viernes, 22 de febrero de 2013

Profetas y proxenetas (II)

Presente lo tengo Yo

Aquí se habla de hombres y de nombres

¿Qué grave asunto tratan Maximiliano de Habsburgo, futuro Emperador de México, y don Jesús Terán, ilustre mexicano nacido en Aguascalientes, abogado y liberal? Dejemos que nos lo cuente, en verso, don Juan de Dios Peza, que conoció de labios de sus contemporáneos la historia de esta insólita entrevista. Habla don Jesús Terán:

“... No aceptéis, señor, un trono
que tiene cimientos falsos,
ni os ciñáis una corona
que Napoleón ha labrado.
No quiere México reyes,
el pueblo es republicano
y si llegáis a mi patria
y os riegan palmas y lauros,
sabed que tras esas pompas
y esos mentidos halagos,
pueden estar escondidos
el deshonor y el cadalso”.

Oyendo aquestas palabras
dichas por aquel anciano,
a tiempo que por los aires
cruzó veloz un relámpago
tiñendo en color de sangre
la inmensidad del espacio,
sin dar respuesta ninguna
quedóse Maximiliano
rígido, lívido, mudo,
como una estatua de mármol.

Corrió inexorable el tiempo,
huyeron breves los años
y en una noche de junio,
triste, solo, ensimismado,
en vísperas de la muerte
el Archiduque germano,
en su celda de Querétaro
y en sus desgracias pensando,
así dijo conmovido
a uno de los abogados
que fueron a despedirse
en momentos tan aciagos:

 “Todo lo que hoy me sucede
a tiempo me lo anunciaron.

Un profeta he conocido
que sin doblez, sin engaño,
me auguró que en esta tierra
a donde vine cegado,
el pueblo no quiere reyes
ni gobernantes extraños,
y que si lauros y palmas
se me regaban al paso,
tras ellas encontraría
el deshonor y el cadalso”.

 “¿Quién ha sido ese profeta”
-al príncipe preguntaron-.
 “Era un ministro de Juárez,
sincero, patriota, honrado:
don JESÚS TERÁN que ha muerto
en su hacienda hará dos años.

¡Ah! ¡Si yo le hubiera oído!
¡Si yo le hubiera hecho caso!

Hoy estuviera en mi alcázar
con los seres más amados,
y no contara las horas
para subir al cadalso”.

Ahora bien: ¿por qué puse a este relato el extraño título de “Profetas y proxenetas”?

Porque en Saltillo el barrio pecaminoso, zona roja —rojísima— de mujeres de la vida, chulos y proxenetas, estuvo durante muchos años en las calles de Terán, bautizadas así en honor de don Jesús. He aquí como este gran profeta tuvo entre nosotros la desdicha de dar su nombre a cosas innombrables.

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